lunes, 20 de junio de 2011

¡Guardaos de la levadura de los fariseos!

Antes de profundizar en el tema deseo aclarar que en los tiempos bíblicos los fariseos eran de hecho muy bien vistos por la generalidad del pueblo y se les consideraba excelentes maestros de la ley, lo cual fue corroborado por el propio Jesucristo (Mt 23:3), por lo tanto no deseo con el título de esta nota ofender la memoria de ellos, ya que los creyentes les debemos muchísimo en términos de doctrina, la cual llegó hasta nosotros a través de un gran fariseo conocido como Pablo. Los pecados que ellos cometieron no tienen que ver con el hecho de ser fariseos sino con haber perdido su santificación privada e íntima, sobre lo cual versa mi reflexión, ya que todos los creyentes podemos descuidarnos y fallar igualmente, como de hecho, pretendo demostrar a continuación.

En los últimos tiempos ha ocurrido un desbalance en algunas doctrinas bíblicas sobre las cuales el péndulo de la opinión ha pasado de un extremo al otro, llevando principios que de alguna forma habían sido pasados por alto por la mayoría de los creyentes a ser el dogma central de muchos ministerios. De forma tal que tales ministerios tienden a deslegitimar a todo aquel que no esté de acuerdo con su postura extrema. Esto no quiere decir que no sea cierto la anterior ausencia de enseñanza con respecto a temas reales de la escritura, pero el problema es que las modas parecen arropar a los creyentes quienes se hayan detrás de la última revelación.

Todo ello me recuerda las propagandas de cepillos dentales, donde todas las semanas aparece el único cepillo que de verdad limpia los dientes y que hace que los demás sean totalmente inútiles. Amados, esto solo es posible por la falta de madurez en nosotros los creyentes. Sin embargo, mi preocupación en esta ocasión, más que la bien documentada falta de cordura en los ministerios que solo predican un aspecto del evangelio, llámese: prosperidad, apostolado, crecimiento de la iglesia, sanidades; y que por lo tanto incurren en desbalance doctrinal; es por aquellos ministerios que dicen enfocarse en la sana doctrina.

Está muy bien que tratemos de mantener una doctrina sana, sin embargo para aquellos que hablan mucho de ser defensores de la sana doctrina tengo una aclaratoria: nadie tiene la doctrina perfecta. Las doctrinas las clasificamos en teología en doctrinas de primer nivel y de segundo nivel, lo cual quiere decir que hay cosas que no nos desligan como cristianos y otras que sí, pero acordamos estar de acuerdo sobre aquellos temas que son fundamentales para la fe y la salvación, y acordamos estar en desacuerdo para aquellos temas que nos proporcionan identidad denominacional pero que no son indispensables para poder ser llamados cristianos.

Por ejemplo, Pentecostales y Bautistas tenemos diferencias doctrinales, pero todas ellas versan sobre aspectos que no son de primer nivel, no es que no sean importantes, pero igual nos consideramos hermanos en Cristo recíprocamente. Hace 50 años atrás los debates entre estas dos denominaciones eran tan acalorados que rayaban en la excomunión mutua, pero hoy día la intolerancia se ha superado permitiendo que trabajemos unidos en múltiples iniciativas.

Esto es primordial recordarlo al momento de corregir a hermanos que poseen opiniones diferentes a las nuestras, donde la ley del amor es lo que debe imperar (1 Corintios 8), por encima de criterios bíblicos pero secundarios, como fue el caso de la discusión sobre los alimentos dignos de comerse que se suscitó en la iglesia en sus inicios; es decir a veces estamos muy seguros de que tenemos la razón (y posiblemente la tengamos) pero el problema es cuando la ley del amor no priva en términos de tolerancia a opiniones divergentes, toda vez que estas opiniones no coloquen en riesgo nuestra salvación.

Ahora bien, hay algo que es un espíritu de error por igual y es el espíritu de religiosidad que hace que los creyentes solo se enfoquen en los aspectos externos e intelectuales de su fe y descuiden su vida íntima con el Señor, esto trae como consecuencia pastores y ministros que persisten en toda clase de pecados y paralelamente están montados en una casería de brujas contra las falsas doctrinas. Esta es la levadura de los fariseos a la que Jesús se refirió en Mateo 16:5-7.

Por otra parte como dije al inicio, nadie (excepto Jesús) tiene total perfección doctrinal como para estar en lo cierto siempre en cada uno de los tópicos que se tocan en la escritura, y a veces podemos pecar de soberbios pensando que nos las sabemos todas y al pasar del tiempo Dios nos muestra que tal vez estábamos equivocados. La madurez está en el balance y en la cordura al mantener posturas bíblicas con humildad sabiendo que no somos infalibles.

No digo que no se tenga razón en corregir con respecto a doctrinas erradas y/o fuera de balance, pero yo he visto un peligro mayor en la Iglesia el cual mencioné antes. Jactancia, Soberia e Hipocrecía. Los fariseos enseñaban correctamente la ley divina (Jesús dijo que debían obedecer lo que ellos decían Mt 23:3) pero no vivían correctamente la ley divina. Y SÍ es verdad, nadie sabe con absoluta certidumbre todas las doctrinas de la escritura, hay muchas cosas que podemos defender con bastante seguridad pero hay cosas sobre las cuales ser dogmáticos y excomunicar a nuestros hermanos es solo un acto de soberbia.

Solo hago este comentario en términos de precaución, no sea que pequemos como Saulo persiguiendo al Señor mismo, de todas formas no me gustan las discusiones pero veo que la Iglesia se encuentra en dos polos de enfrentamiento, (con posturas válidas ciertamente) pero siento que la vida íntima de santidad (yo eso lo defiendo muchísimo) se está descuidando de ambos lados.

El corazón sucio es el origen de las falsas doctrinas; porque muchos cansados de vivir un doble estándar, en lugar de arrepentirse de sus pecados, comienzan a enseñar conforme a sus propias "concupiscencias" y terminan por adaptar sus enseñanzas a sus malos deseos.

Nos gusta simplificar las cosas y crear una manera fácil de sistematizar y distinguir las falsas doctrinas, pero el asunto es más complejo que solo decir "Movimiento X y afines", la falsa doctrina a veces se nos cuela frente a las narices cada vez que nos hacemos de la vista gorda con el pecado. Aunque no soy viejo, soy un pastor ya de varios años y prediqué mi primer mensaje en un púlpito en el año 1985, así que he visto mucha agua correr.

Conozco iglesias tan enfocadas en este asunto que se han vuelto cínicas hacia cualquier cosa diferente que el Espíritu Santo quiera hacer, incluso tras haber sido ellas mismas iglesias “revolucionarias” en su tiempo. Terminan por estar tan asustadas ante la posibilidad de errar doctrinalmente, que no se atreven a enseñar ningún tema con profundidad y se conforman con seguir rasguñando superficialmente los mismos rudimentos de la fe. El resultado es creyentes inmaduros, sin sabiduría, y sin criterio propio, con un fundamento claro, lo cual es bueno, pero con una soberbia simplista que les impide discernir problemas de mediano tamaño ,que escapen al ABC del evangelio que es lo único que conocen.

Aunque nuestra motivación sea buena, hace falta conocer muchas cosas para convertirse en defensor de la fe y de la doctrina. Una es conocer a profundidad la evolución de la historia de la Iglesia, otra es familiarizarse con las diferentes corrientes y denominaciones existentes en el cristianismo tanto histórico como contemporáneo y desarrollar experiencia en el trato directo con líderes y pastores, por último bastantes oras de oración y ayuno, eso te dará la sabiduría para enfrentar la falsa doctrina donde y cuando sea necesario.

Pueden revisar mis artículos sobre el espíritu de Jezabel y verán que la falsa doctrina es más sutil que las etiquetas denominacionales o de movimientos y más profunda que las discusiones semánticas o los títulos que algunos se abrogan.

PAZ DE DIOS