miércoles, 5 de noviembre de 2008

Los nazarenos

“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús NAZARENO, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;” (Hechos 2:22)

“Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de LOS NAZARENOS.” (Hechos 24:5)

El cristianismo en sus orígenes no era otra cosa que una secta inmersa en el judaísmo, todos sus miembros fundadores eran judíos practicantes y las reuniones de la incipiente iglesia se mantenían a diario en el templo judío de Jerusalén (Hechos 2:46). Bajo estas circunstancias una manera despectiva con la que algunos detractores comenzaron a llamar a los creyentes en Yeshuah (Jesús) era la de Nazarenos, dado el título con el que se solía distinguir a Jesús en base a su ciudad de crianza.

Sin embargo, los creyentes al parecer no tuvieron mayor problema con este calificativo, el cual permaneció siendo usado para identificar a los discípulos de Jesús hasta que Antioquia comenzó a desplazar a Jerusalén como eje principal del funcionamiento de la Iglesia. A partir de este momento es cuando comienza a utilizarse la denominación “Cristiano” (Hechos 11:26).

Por otro lado, los creyentes de origen judío siguieron siendo denominados como nazarenos luego de haber huido a la ciudad de Pella, escapando a la destrucción de Jerusalén en el año 70. Se tiene información sobre la existencia de grupos judíos de creyentes que mantuvieron este título hasta entrado el siglo quinto. Poseían una especial estima por el evangelio de Mateo y el llamado “evangelio de los hebreos”, el cual tal vez no sea otra cosa que una traducción al arameo del primer evangelio sinóptico.


Influencia actual [editar]

En el tiempo presente muchos creyentes se sienten más identificados por los ideales de esta iglesia primitiva, ya que consideran que representa el mayor nivel de pureza y cercanía a las enseñanzas de Jesús. La filiación de la Iglesia con el romanismo habría traído como consecuencia, la injerencia de los principios morales y teológicos de la cultura greco-romana dentro del cristianismo, cuya tendencia ha sido tratada de revertir desde la reforma, con el fin de llevar la fe cristiana a su origen verdadero, el cual esta ligado íntimamente al judaísmo, del cual en un inicio no pretendió desprenderse.

En tal sentido, los creyentes judíos no debían bajo ningún concepto abandonar su fé, sino aceptar el cumplimiento de la era mesiánica en la persona de Yeshua, ya que Jesús mismo había enseñado que la ley nunca debía ser abrogada sino cumplida (Mateo 5:17). Existía un rechazo significativo por las tradiciones orales judías que para el tiempo de Jesús, habían alcanzado tanto respeto en observancia como la Torah, dicho rechazo estaba fundado igualmente en las enseñanzas del Mesías, para quien solo el Tanach debía ser honrado como fuente de la ley divina (Mateo 15:5-6). Por tal motivo, este grupo no se deja llevar completamente por el midrash, el mishná o el talmud que fueron productos posteriores cuando se escribe lo que había sido transmitido oralmente.

El énfasis del cumplimiento deberá estar en el aspecto ético y moral de la ley por encima del ritual, aunque este tampoco debe obviarse (Mateo 23:23). A pesar de las contradicciones en este sentido, está claro que Pablo era visto como un nazareno y que jamás pretendió desligarse del judaísmo. También es necesario aclarar que Pablo jamás intentó deslegitimar el cumplimiento de los Mitzvot, los cuales el mismo cumplió activamente hasta su partida terrenal, por el contrario la inclusión de los gentiles en la Iglesia estuvo basada en el cumplimiento de las llamadas leyes Noáhidas, dirigidas a quienes el judaísmo llama B’nei Noah. Esto queda por sentado en el primer concilio de Jerusalén (Hechos 15:17-21).

El judaísmo mismo no enseña que un Goyim (gentil) deba convertirse al judaísmo con el fin de ser aceptado por Dios y entrar en la era venidera, basta con que cumpla las leyes incluidas en el pacto de Dios con Noé, quien es patriarca de toda la humanidad. Esta misma enseñanza permaneció estable en la Iglesia primitiva, por lo que bastaba al gentil aceptar por la fe al Mesias y cumplir los 7 mandamientos universales. Mientras que el judío como ya se ha dicho, debía seguir ejerciendo el judaísmo tal y como se refleja en la ley mosáica.