martes, 19 de marzo de 2013

Los Cristianos y el Ambientalismo


Hace diez años recorrí los Estados Unidos en un viaje misionero que me llevó desde la península de la florida hasta el norte del estado de  Washington en la costa del Pacífico frente a la frontera canadiense, 32 estados de la Unión, donde pude ver un país industrializado pero con una inmensa riqueza natural. Pude contemplar montañas nevadas, desiertos, cascadas, pantanos y bosques.

Creo que fue algo que me sorprendió acerca de los Estados Unidos y que tal vez no esperaba, pero hubo algo aún más inesperado para mí. Encontrarme con un sentimiento anti-ecológico profundamente arraigado en el corazón de muchos creyentes. Crecí leyendo libros que mi papá compraba acerca de la naturaleza, la ciencia, los principios del creacionismo y los seres vivos; pasaba días enteros leyendo acerca de las especies de fauna y flora de los cinco continentes. Mi padre fue un importante pastor de mi ciudad y también un hombre de negocios, sin embargo a través de los textos que me regaló cultivó en mí un amor por la naturaleza que trajo como consecuencia un interés verdadero por la labor conservacionista.

Desde niño fui un defensor acérrimo de los animales, a pesar de prácticas comunes entre muchos niños de mi país como la cacería de aves o pequeños reptiles. Las iguanas son comúnmente asesinadas en mi país en matanzas ejecutadas por niños no mayores de los 10 años, ello me causaba profunda tristeza, igual me pasó con el mal trato a perros, gatos y caballos. Me involucré en muchos pleitos callejeros con mis compañeros de andanzas y llegué a recibir unos cuantos golpes al intentar evitar que un animal fuese muerto o golpeado por diversión.

Ambientalismo, un concepto definido de diversas maneras pero que para mí simplemente significaba; amar el mundo que Dios nos regaló así como a todos sus seres vivientes. Me llamaba a mí mismo un ambientalista, “enviromentalist” en inglés y no tenía empacho alguno en decirlo, así que en ciertas ocasiones le mencioné a mis amigos y hospedadores en Estados Unidos que me consideraba un “enviromentalist” ante lo cual comencé a recibir extrañas miradas de sorpresa por parte de mis interlocutores.

Comencé a preguntar a otros la razón de esta respuesta de las personas y comencé a escuchar que para la mayoría de los creyentes el ambientalismo es una corriente asociada a la Nueva Era y al Orientalismo en general y que era contraria al Cristianismo porque se fundamentaba en posturas espiritualistas anti-bíblicas. Este hecho me sorprendió y desde entonces me pregunté como es que un principio fundamental de la Biblia como es el cuidado de la tierra puede llegar a verse como un valor anti-cristiano.

Creo que uno de los espectáculos más impresionantes fue contemplar los árboles gigantes de California, los “Red Woods”. La magnificencia de esos hermosos gigantes milenarios puede dejar sin aliento al más insensible observador, pensar que esos árboles habían tardado en crecer cientos y cientos de años hasta alcanzar las dimensiones necesarias para ser considerados los organismos vivos de mayor talla sobre la faz de la tierra, inspira no menos que respeto por estas extraordinarias maravillas de la creación.

Sin embargo, conversando con hermanos en Cristo que habitan una ciudad aledaña, ellos me referían su disgusto ante las pretensiones de algunos ambientalistas en cerrar las madereras que utilizaban estos árboles como materia prima para su industria. Le referí que esos árboles habían llevado más de mil años en crecer y que era una lástima destruirlos para generar dinero. La respuesta que me dieron fué: “Dios se interesa más por las personas que por los árboles y por culpa de unos orientalistas muchos padres de familia han perdido sus empleos y nuestra ciudad ha perdido su prosperidad”.

La postura “cristiana” de algunos parece ser de irrespeto hacia la naturaleza bajo la premisa de que “el hombre es más importante”, a pesar de que le robemos a las futuras generaciones la posibilidad de contemplar a los colosos vegetales que tardarán otros mil años para alcanzar su tamaño. Pero ¿Qué dice la Biblia al respecto? ¿Cuál es la postura bíblica sobre el cuidado de la tierra? ¿Es el ambientalismo una postura anti-cristiana?

Por el contrario, la Biblia dice: "Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase" (Génesis 2: 15), es decir el hombre tuvo desde el principio la responsabilidad de trabajar y al mismo tiempo ese trabajo consistía en cuidar la tierra. Fue el primer oficio humano, como vigilante y labrador, es decir el hombre debía hacer que la naturaleza se multiplicara y creciera y al mismo tiempo debía ser protegida de cualquier ataque.

Un cristiano verdadero debe ser por lo tanto amante y respetuoso de toda la creación.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Democracia Dialógica


¿Como alcanzar una sociedad justa? ¿Como mejorar la participación popular e incrementar las oportunidades de las ideas diversas para ser escuchadas en las tribunas publicas? ¿Como salir de las camisas de fuerza planteadas por las facciones políticas que pretender obligar a los ciudadanos a encuadrarse en el marco de una ideología restrictiva del pensamiento?

Los venezolanos nos encontramos limitados tremendamente por la fuerza de dos posturas divergentes, contradictorias, reduccionistas y mutuamente excluyentes. La postura opositora, si bien heterogénea en términos de origen, manifiesta en la practica un discurso q ha tenido poca fuerza en el sector mas excluido en términos de su acceso a los beneficios sociales y económicos. La ascendencia que antes lograban partidos como acción democrática sobre este sector de la población fue casi totalmente diluida gracias a un síndrome de conservadurismo invasivo ante el cual una postura que prometiera "no ser mas de lo mismo" resultaría la ganadora en la competencia por las simpatías populares que se sentían defraudadas por la  clase política tradicional.

Por otra parte, los grupos de izquierda mas radicales habían sido discriminados por décadas, y los pocos actores provenientes de sus filas que lograron un espacio publico significativo, terminaron siendo absorbidos por las practicas prevalecientes y terminaron sucumbiendo ante sentimientos crecientes de indefensión e impotencia para efectuar cambios perceptibles. Cuando finalmente el fenómeno Chávez entro en la escena, los personajes que habían sido mas rechazados de la esfera política durante las décadas anteriores pasaron a ser gobierno.
Sin embargo, al contrario de lo ocurrido en el caso sudafricano donde la reconciliación nacional se convirtió en el principal objetivo de las diversas facciones, tanto los nuevos potentados como los ideólogos de la democracia anterior se dedicaron a una batalla sin tregua, con el único propósito de fulminar al contrario, negar su etos, borrar su memoria y disolver su legado.

Así como el león que logra derrotar al antiguo señor de la manada, la lucha entre los actores políticos ha sido a muerte. En medio de esta lucha, las personas han tratado de ser forzadas a arrinconarse en un lado determinado del espectro político, ya que el sistema político venezolano basado en la elección de un presidente que reparte el poder según su criterio, facilita la hegemonía de dominación de un grupo sobre las minorías.

Es decir, ya sea en el caso de la democracia anterior o en el caso del nuevo modelo socialista, ha existido un grupo de la población vencido y otro vencedor, uno dominante y otro dominado. Si bien algunos de los roles han cambiado de actores, la dinámica política en términos de participación  sigue siendo la misma. Por eso no logramos salir de la conflictividad social, porque nuestra estructura misma de democracia se basa en el dominio de las mayorías, en el control económico, socio-político, y judicial del mas fuerte.

La participación de los grupos minoritarios no tiene cabida en los espacios públicos a menos que se pueda amoldar a los dictámenes y conveniencias tácticas del sector hegemónico o por lo menos a las aspiraciones del extremo contrario, porque las democracias presidencialistas tienen todas ese propósito, evitar la disensión  cerrarse al desacuerdo y reducir al adversario político a la minusvalía funcional.

Unas elecciones donde se gana con mayoría simple de los votos nacionales, y se le entrega el poder de toda la administración del estado a un solo hombre no puede funcionar de otra manera, sea quien sea que ocupe el puesto de presidente. Por eso, los venezolanos necesitamos diseñar una nueva alternativa democrática que garantice la proporcionalidad en la distribución del poder y evite la repetición del esquema de dominación de las mayorías. 

Cada venezolano debería poder sentirse participante del gobierno de su país, no solo a través de la gestión de pequeños proyectos en la esfera local, sino por medio de la presencia de uno de sus pares en la conducción de las carteras del ejecutivo nacional, con los cuales el jefe de Estado se vea obligado a coordinar acciones y no solo a emitir dictámenes al estilo de la realeza.

lunes, 4 de marzo de 2013

Camisa de Fuerza Politiquera

La nación Venezolana y tendríamos que añadir con todo derecho Bolivariana, se ha visto imbuida en un proceso corrosivo de su propia realidad social, en la medida que se han ido atizando los emocionalismos e irracionalidades profundamente vinculadas con los temores subyacentes del inconsciente colectivo, aprovechados de manera irresponsable por los mercaderes de la propaganda politiquera. El egoísmo de quienes aspiran gobernar y hasta de quienes gobiernan, los lleva a pasar por alto necesidades reales y han convertido nuestra sociedad en un campo de batalla permanente, la cual se pelea en todos los ámbitos posibles de quehacer cotidiano, por lo cual se invade a la persona en términos equiparables a los de la fe religiosa a fin de establecer conexiones y lealtades carentes de capacidad crítica.

Sin embargo, la sociedad Bolivariana cuyo nombre debemos aprender a usar justamente, se resiste constantemente a ser apresada dentro de esta pugna para renunciar a su identidad. Así, la convivencia real en el imaginario social no se altera  más allá de las discusiones de opinión, por el contrario; la evolución política ha permitido fortalecer las dinámicas de reconocimiento del "Otro" que había sido invisibilizado por la maquinaria comunicacional prevalente. De hecho, los entornos de poder han podido cambiar de actores gracias a ese reconocimiento, del cual paradójicamente los medios de comunicación basados en la satisfacción de las expectativas de las masas sirvieron como "termómetros" y fueron capaces de dinamizar la insatisfacción reinante en aquellos grupos marginados por razones políticas, socio-económicas, ideológicas, étnicas y religiosas.

Pese a ello, prevalece la función atomizadora de los nuevos actores políticos los cuales han terminado por copiar la estrategia divisora y modernista de sus antecesores, solo que esta vez, ocurre por medio del aprovechamiento de los temores presentes en un sector empobrecido del país, que se volvió mayoría en la etapa anterior gracias a la dinámica marginadora ya descrita. La tensión a la que se somete el público por parte de estos actores es insostenible, por las mismas razones que el "estatus quo" anterior no podía permanecer de forma indefinida. Las personas no pueden estar sometidas a una camisa de fuerza que les obliga a entregar sus vidas ante la invasión constante de los mensajes de dominación de su  propia individualidad.

Por lo tanto, las facciones izquierda-derecha se condenan a su auto-destrucción a menos que ocurra el reconocimiento del otro desde el punto de vista ideológico y se renuncie al religiosismo político excluyente, dicotómico y contrario a la homeostasis social. Quienes dentro de cada bando se ciegan a la empatía corroen su propia episteme y rompen su viculación con cualquier noción de verdad, comenzando por un quebrantamiento axiológico que los obliga a renunciar a cualquier plataforma ética, la cual reemplazan con un relativismo absurdo: "Todo lo que consolide mi proyecto es bueno", así lo que hacemos es relativo pero lo que buscamos es absoluto.

La ausencia de base de una axiología congruente en términos discursivos y dialógicos conlleva a una inevitable negación ontológica, donde el hombre ya no es sujeto de soluciones sino herramienta de una ideología desprovista de persona. Como si la Divinidad pudiese ser extrapolada de realidad personal, convertida en mero concepto político y colocada en un trono para señorear sobre los hombres estando carente de naturaleza concreta. El hombre como abstracto, el hombre sin persona se reduce al nihilismo, que es donde nos llevaría el intento por diluir el hecho concreto del amor, del valor y de la vida a la identificación con una facción sin importar como.

¡Basta de camisas de fuerza! Necesitamos la reconstrucción de la naturaleza dialógica de la sociedad, esta vez basada en la satisfacción de necesidades reales, en una axiológia como base epistémica para la ideológía y no en la ideológía como definición de la ética cotidiana. La nueva ruptura es inevitable, el "estatus quo" no ha cambiado en la realidad pues no podemos seguir negando al otro. La construcción de soluciones compartidas para nuestra realidad compartida, sin que nos obliguen a forman parte de uno u otro bando es la única manera ética de encontrar respuestas cuyo proceso es la principal respuesta en sí misma.