lunes, 4 de marzo de 2013

Camisa de Fuerza Politiquera

La nación Venezolana y tendríamos que añadir con todo derecho Bolivariana, se ha visto imbuida en un proceso corrosivo de su propia realidad social, en la medida que se han ido atizando los emocionalismos e irracionalidades profundamente vinculadas con los temores subyacentes del inconsciente colectivo, aprovechados de manera irresponsable por los mercaderes de la propaganda politiquera. El egoísmo de quienes aspiran gobernar y hasta de quienes gobiernan, los lleva a pasar por alto necesidades reales y han convertido nuestra sociedad en un campo de batalla permanente, la cual se pelea en todos los ámbitos posibles de quehacer cotidiano, por lo cual se invade a la persona en términos equiparables a los de la fe religiosa a fin de establecer conexiones y lealtades carentes de capacidad crítica.

Sin embargo, la sociedad Bolivariana cuyo nombre debemos aprender a usar justamente, se resiste constantemente a ser apresada dentro de esta pugna para renunciar a su identidad. Así, la convivencia real en el imaginario social no se altera  más allá de las discusiones de opinión, por el contrario; la evolución política ha permitido fortalecer las dinámicas de reconocimiento del "Otro" que había sido invisibilizado por la maquinaria comunicacional prevalente. De hecho, los entornos de poder han podido cambiar de actores gracias a ese reconocimiento, del cual paradójicamente los medios de comunicación basados en la satisfacción de las expectativas de las masas sirvieron como "termómetros" y fueron capaces de dinamizar la insatisfacción reinante en aquellos grupos marginados por razones políticas, socio-económicas, ideológicas, étnicas y religiosas.

Pese a ello, prevalece la función atomizadora de los nuevos actores políticos los cuales han terminado por copiar la estrategia divisora y modernista de sus antecesores, solo que esta vez, ocurre por medio del aprovechamiento de los temores presentes en un sector empobrecido del país, que se volvió mayoría en la etapa anterior gracias a la dinámica marginadora ya descrita. La tensión a la que se somete el público por parte de estos actores es insostenible, por las mismas razones que el "estatus quo" anterior no podía permanecer de forma indefinida. Las personas no pueden estar sometidas a una camisa de fuerza que les obliga a entregar sus vidas ante la invasión constante de los mensajes de dominación de su  propia individualidad.

Por lo tanto, las facciones izquierda-derecha se condenan a su auto-destrucción a menos que ocurra el reconocimiento del otro desde el punto de vista ideológico y se renuncie al religiosismo político excluyente, dicotómico y contrario a la homeostasis social. Quienes dentro de cada bando se ciegan a la empatía corroen su propia episteme y rompen su viculación con cualquier noción de verdad, comenzando por un quebrantamiento axiológico que los obliga a renunciar a cualquier plataforma ética, la cual reemplazan con un relativismo absurdo: "Todo lo que consolide mi proyecto es bueno", así lo que hacemos es relativo pero lo que buscamos es absoluto.

La ausencia de base de una axiología congruente en términos discursivos y dialógicos conlleva a una inevitable negación ontológica, donde el hombre ya no es sujeto de soluciones sino herramienta de una ideología desprovista de persona. Como si la Divinidad pudiese ser extrapolada de realidad personal, convertida en mero concepto político y colocada en un trono para señorear sobre los hombres estando carente de naturaleza concreta. El hombre como abstracto, el hombre sin persona se reduce al nihilismo, que es donde nos llevaría el intento por diluir el hecho concreto del amor, del valor y de la vida a la identificación con una facción sin importar como.

¡Basta de camisas de fuerza! Necesitamos la reconstrucción de la naturaleza dialógica de la sociedad, esta vez basada en la satisfacción de necesidades reales, en una axiológia como base epistémica para la ideológía y no en la ideológía como definición de la ética cotidiana. La nueva ruptura es inevitable, el "estatus quo" no ha cambiado en la realidad pues no podemos seguir negando al otro. La construcción de soluciones compartidas para nuestra realidad compartida, sin que nos obliguen a forman parte de uno u otro bando es la única manera ética de encontrar respuestas cuyo proceso es la principal respuesta en sí misma.